Es difícil expresar los sentimientos con palabras, cuando éstos son tan especiales como los que mi nieta Adriana irradia desde su dulce mirada, su maravillosa sonrisa, sus manos, sus gracias, sus mimos, sus pequeñas travesuras...
Cuando la tomé en mis brazos por primera vez, sentí una ternura infinita y una paz y una dulzura que aquel cuerpecillo me proporcionaban; y sus ojitos, que aún no me distinguían, ya me hablaban de un amor diferente.
Durante estos tres años de su vida, me ha hecho sentir un torbellino de emociones, de vivencias y de alegrías ante sus logros.
Adriana es hoy un torrente de vida que llena de felicidad mi familia.
Y cuando me abraza, sigo saboreando los hermosos y cálidos sentimientos que experimenté la primera vez que la tomé en mis brazos.
Ángeles Bordonaba
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